jueves, 9 de abril de 2009

La ladrona de libros.


Un libro bajaba flotando por el río Amper.
Un niño se zambulló, lo atrapó y lo agitó en el aire. Sonreía de oreja a oreja.
Esperaba, hundido hasta la cintura en las gélidas aguas de diciembre.
-¿Y ese beso, saumensch?-preguntó.
El aire a su alrededor era de un frío cautivador, extraordinario y nauseabundo, por no hablar del atenazante dolor provocado por el abrazo del agua, que se iba apelmazando desde los dedos de los pies hasta las caderas.
Pequeño avance sobre Rudy Steiner.
No merecía morir como murió.
(...) anticipándoos, concluyes, como haría yo, que Rudy murió ese mismo día de hipotermia. Pues no.

(…) y, sin embargo, estoy segura de que le habría encantado ver los horribles escombros y la hinchazón del cielo la noche que murió. Si hubiera podido ver arrodillada a la ladrona de libros junto a su cuerpo diezmado, habría gritado de alegría y girado sobre si mismo y sonreído. Le habría encantado contemplarla besándole los polvorientos labios devastados por las bombas.

(…) Permaneció unos minutos más en el agua, hundido hasta la cintura, antes de salir y tenderle el libro. Los pantalones se le pegaban a las piernas y no dejaba de moverse. En realidad creo que tenía miedo. Rudy Steiner temía el beso de la ladrona de libros. Debía de haberlo deseado con todas sus fuerzas. Debió de haberla querido con todo su corazón. Tanto, que nunca más volvería a pedírselo y moriría sin él.

(…) Liesel no pudo responder enseguida. Tal vez fue la súbita sacudida amorosa que sintió por él. ¿O había sido así siempre? Era probable. Privada del habla, deseó que la besara, que la agarrara de la mano y la atrajera hacia él. No importaba donde. En la boca, en el cuello, en la mejilla. Tenía toda la piel libre para él, a la espera.

(…) Esa tarde entre los árboles era alguien que repartía pan y ositos de peluche. Era tricampeón de atletismo de las Juventudes Hitlerianas. Heil Hitler. Era su mejor amigo. Y faltaba un mes para su muerte.
-Claro que le hablaba de ti-respondió Liesel.
Se estaba despidiendo y ni siquiera lo sabía.

(…)Rudy dejó el farolillo sobre el mostrador y se acercó a ella fingiendo enojo. Liesel tuvo que admitir que se había puesto un poco nerviosa. Sintió alivio y desilusión al ver como Rudy tropezaba y se caía.
Rudy se echó a reír, tirado en el suelo. Y luego cerró los ojos, con fuerza.
Liesel se acercó corriendo. Se agachó delante de él. Bésalo, Liesel, bésalo. Pero no fue capaz.

(…) Se topó con pijamas destrozados y rostros desgarrados. El cabello del chico fue lo primero que vio.
¿Rudy?
Al segundo intento, no sólo musitó su nombre.
-¿Rudy?
Estaba tendido en el suelo, con su cabello rubio y los ojos cerrados. La ladrona de libros corrió hacia él y cayó de rodillas. Soltó el libro negro.
-Rudy, despierta…-sollozó. Lo cogió por la camisa del pijama y lo sacudió con suma suavidad, incrédula-.Despierta, Rudy.-Mientras el cielo seguía caldeándose y lloviznaba ceniza. Liesel sujetaba a Rudy Steiner por la camisa-.Rudy, por favor.-Intentando reprimir las lágrimas-, Rudy, por favor, despierta, maldita sea, despierta te quiero. Vamos, Rudy, vamos, Jesse Owens, pero si te quiero, despierta, despierta, despierta…
No sirvió de nada.

La montaña de escombros era cada vez mayor. Colinas de cemento coronadas de rojo. Una bella joven vapuleada por las lágrimas, zarandeando a los muertos.
Incrédula, Liesel enterró la cara en el pecho de Rudy. Incorporó el cuerpo inerte intentando que no se fuera hacia atrás, pese a que no le quedó más remedio que devolverlo al suelo devastado. Con suavidad.
Despacio, despacio.
-Rudy…
Se inclinó sobre el rostro sin vida y besó en los labios con delicadeza a su mejor amigo, Rudy Steiner. Rudy tenía un sabor dulce y a polvo, sabía reproche entre las sombras de los árboles y la colección de trajes del anarquista. Lo besó larga y suavemente, y cuando se retiró, le acarició los labios con los dedos. Le temblaban las manos. Volvió a inclinarse una vez más, pero esta vez perdió el control y sus labios carnosos no acertaron. Sus dientes colisionaron contra el desolado mundo de HImmeslstrasse.

No se despidió. No tuvo fuerzas. Minutos después, logró apartarse de él y arrancarse del suelo. Me maravilla lo que los humanos son capaces de hacer aunque estén llorando a lágrima viva, que sigan adelante, tambaleantes, tosiendo, rebuscando, y hallando.




Markus Zusak. 'La Ladrona De Libros'

1 comentario:

Clara Jiménez Aguilar dijo...

oh, es jodidamente perfecto. Imagíname con el libro buscando páginas para leerme partes enteras... ¡cuando Rudy se prueba los trajes! Cuando se olvida sus zapatos, cuando se caen en el barro...♥