Como los erizos, ya sabéis, los hombres un día sintieron su frío. Y quisieron compartirlo. Entonces inventaron el amor. El resultado fue, ya sabéis, como en los erizos.
¿Qué queda de las alegrías y penas del amor cuando éste desaparece? Nada, o peor que nada; queda el recuerdo de un olvido. Y menos mal cuando no lo punza la sombra de aquellas espinas; de aquellas espinas, ya sabéis.
Las sigueintes páginas son el recuerdo de un olvido.
No quiero recordar un instante feliz entre tormentos;
todo es triste al volver.
Tú sóla quedas con el deseo,
con este deseo que aparenta ser mío y ni siquiera es mío,
Luis Cernuda. Donde habite el olvido.
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