jueves, 8 de octubre de 2009

Parte de mi.























-¿Te puedo pedir una cosa?
-Sí, dime
-No te acostumbres a mí.
-¿Cómo?
-Que no te acostumbres a mí, ni a mi risa, ni a mi hiperactividad matutina, ni a mis sonrisas en esos momentos, ni a mis besos, ni a mi olor. No te acostumbres a que hablemos de tus problemas, ni a que te escuche con atención. No te acostumbres a como te miro o te dejo de mirar, no te acostumbres a mis mejillas rojas como un tomate cuando te ríes de mí, ni te acostumbres a mi rabia, ni a reírte de las cosas que digo. No te acostumbres… en serio.
-¿Y eso a que viene?
- A nada simplemente algún día me cansaré, me iré y echarás de menos a esas cosas si estás acostumbrado.

Esa era la razón por la que estaba aquí, por la que no me importaba quedarme, fuera cual fuera la recepción que me esperase al regresar. Porque bajo toda esa ira y sarcasmo sufría, justo ahora lo estaba viendo en sus ojos. No sabía cómo ayudarle, pero sabía que tenía que intentarlo.

No era por todo lo que le debía, sino porque su pena me dolía a mí también.

Se había convertido en parte de mí y no había nada que pudiera cambiarlo.



Eramos un puzzle de dos piezas...

No hay comentarios: